Flota en el aire una cierta inquietud. La noche, cargada de oscuros
presagios, se desploma triste sobre el mundo. Hace frío y tengo miedo, mucho
miedo, tanto como nunca hubiera podido imaginar, mucho más. Perdida en medio de
esta multitud desconocida que se agita nerviosa e inquieta, temerosa de que el
amanecer ponga punto final a su triste peregrinar, me siento de pronto tan
sola, tan pequeña, tan desamparada... Un dolor inmenso atraviesa mi alma y en
mil pedazos diminutos la rompe. No puedo dormir, tampoco llorar. Escribo para
no enloquecer. El destello triste y furioso, cómplice y desesperanzado de una
estrella solitaria me acompaña y por un instante ilumina el desconsuelo de mi
noche. Atrapada −siempre, una vez más− en el lado equivocado de la frontera,
fantasma olvidado de cualquier guerra sin nombre, al mar inclemente que pronto
ahogará mis sueños ruego en esta hora, como último consuelo, me acoja
hospitalario en su fondo más oscuro y a la marea impida arrastrar mi cuerpo
deshecho hacia la indiferencia del mundo.
Microrrelato para los Viernes
Creativos de elbicnaranja.wordpress.com
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