Las palabras que ha aprendido por la noche la asaltan de improviso en el
momento más inoportuno dejando en su mirada una sombra de tristeza que no puede
disimular. Supo al instante que aquella cita era un error, que las promesas
hechas bajo estrellas ardientes se esfuman al amanecer, que la traición, el
dolor y la culpa serían inevitables...
Cierra los ojos. No debe recordar. Lentamente las palabras se desvanecen:
frío, barro, llanto, rabia, frontera, esperanza, desolación. Y así, cuando
llega su turno, impasible ya en su escaño, suma su voto a los que para siempre
y sin remedio pronto detendrán el latido del indiferente corazón de Europa.
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