Desamparados
e incrédulos todavía, incapaces de afrontar su nueva situación ni entender el
motivo que eclipsó su magia y su poder, la causa por la que dejaron de ser centro
de atención, de recibir alabanzas y miradas chispeantes para, roto el hechizo, hallarse
ahora inmersos en tan inesperada y terrible oscuridad, se preguntan con espanto
qué ocurrió, cómo fue que los abandonaron en ese infame e inhóspito lugar.
Y
tan asustados y tristes están... Amontonados unos sobre otros, en busca de un
consuelo que intuyen no llegará hasta mucho tiempo después: el día que alguien −sonrisa
en los labios e ilusión en el alma− alcance de nuevo el altillo del armario
donde hoy los abandonan a su suerte para, desde su fondo más oscuro, devolver
entonces de nuevo a la vida el mágico cofre que del tiempo y el olvido
resguarda el brillo y los colores, la inocencia y la ternura, de los más bellos
y cautivadores días del invierno.
Oh pobrecitos, aún no les han explicado que el año que viene volverán a brillar.
ResponderEliminarUn lindo cuento.
Besos
Besos Conxita. Muchas gracias.
EliminarAmarga tradición también, la de quitar adornos una vez pasadas las fiestas, Marta, pero lo bueno es que el año que viene hay más ;)
ResponderEliminarPobres, también tienen su corazoncito...
EliminarHas personalizado unos objetos para permitirles reflexionar sobre lo efímero de las celebraciones donde las risas, la ilusión y la maravilla cautiva a los inocentes.
ResponderEliminarMuy bonito relato con su toque metafórico.
Un abrazo.
Muchas gracias, Francisco. Me alegro mucho de que te haya gustado.
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